Desde el retorno a la democracia, la jornada electoral en Chile ha estado marcada por una constante, la Ley Seca, una estricta prohibición de venta de alcohol que buscaba, en teoría, asegurar la sobriedad y el orden durante el acto cívico.

Esta tradición, arraigada desde 1988, se mantuvo inalterable por más de tres décadas, generando debates periódicos sobre su efectividad y su anacronismo.
Sin embargo, el escenario cambió radicalmente. Tras la reforma a la Ley N.º 18.700, Chile ha derogado esta restricción, permitiendo que las próximas elecciones se desarrollen sin la prohibición de venta de alcohol.
Del control al civismo adulto
La Ley Seca original era un remanente autoritario, diseñada para contextos de alta polarización o cuando la logística electoral era más vulnerable al cohecho (compra de votos con licor).
La ley establecía la prohibición desde las 5:00 A.M. hasta dos horas después del cierre de las mesas, afectando a supermercados, botillerías y restaurantes.
La derogación se concreta con el argumento de que los chilenos han demostrado ser electores responsables.
La alta participación y el orden en los últimos procesos electorales (plebiscitos y votaciones constitucionales) han validado la tesis de que el deber cívico no necesita la coacción de una prohibición.
Efectos macroeconómicos
La eliminación de esta prohibición tiene un impacto directo en la economía del día, una entidad semántica clave que la reforma buscó abordar, la pérdida de ingresos del sector de servicios.
1. Pérdidas económicas
Las estimaciones de gremios como la Cámara Nacional de Comercio (CNC) indicaban que un día de Ley Seca representaba pérdidas multimillonarias para el sector gastronómico y de comercio minorista.
Según la Cámara de Comercio de Santiago (CCS), en 2024 se estimó que la restricción implicaba pérdidas de hasta 5 millones de dólares por jornada.
2. Normalización laboral
Permite que miles de trabajadores del rubro (garzones, cocineros, bartenders) mantengan sus turnos habituales y no vean afectadas sus propinas o su jornada laboral por una restricción obsoleta.
Según datos actualizados de la Asociación Chilena de Gastronomía (ACHIGA), los locales podrían reportar un aumento promedio del 40% en las ventas respecto a jornadas electorales anteriores.
Desafiando el mito de la inmadurez
La Ley Seca operaba bajo el supuesto de que el ciudadano, sin una restricción externa, es propenso al desorden y la irracionalidad.
El mito de que «el chileno vota mejor sobrio a la fuerza» ha sido reemplazado por la realidad de que «el ciudadano es capaz de autogestionar su responsabilidad cívica».
Esta medida alinea a Chile con la mayoría de los países OCDE, donde las restricciones de alcohol el día de la elección son la excepción, no la regla.
El éxito de la derogación de una jornada electoral sin ley seca busca demostrar que la madurez democrática de la sociedad es un factor más fuerte que cualquier prohibición.
Al liberar a la ciudadanía de una tutela obsoleta, Chile no solo dinamiza su economía, sino que eleva el estándar de la jornada electoral a un acto plenamente integrado en la vida social y económica del país.
La mesa está puesta; la responsabilidad de mantener el orden y la seriedad del voto recae ahora, sin excusas, en cada ciudadano.
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