A pesar de su denominación de origen asociada comúnmente a Escocia, la variante japonesa del whisky no deja de aumentar su relevancia.

Bajo una normativa bien reglada y centrada en la materia prima del país, un whisky único y que promete no dejar a nadie indiferente.
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Un whisky de culto
Elemento de densas, largas e importantes conversaciones, así como acompañante fiel de cualquier momento existencial extendido también a la cinematografía por unanimidad narrativa, el whisky es una bebida de gran portento e intensidad.
Bajo una lenta ola de fuerte sabor que inunda todos los espacios de la boca dejando en ella una pátina amaderada de calidad, se trata de una bebida cuyas grandes firmas están siempre por descubrir.
O, más que una bebida, una verdadera que experiencia que puede llevarnos a rastrear en el mercado sus muchas y variadas tipologías. Incluso aquellas que, por denominación de origen, parezcan no cuadrar del todo en su linaje esencial.
Originariamente, el whisky suele asociarse a países como Escocia por sus productos que se han consolidado como buques insignia de dicha bebida.
Sin lugar a dudas, los scotties son toda una apuesta por el buen gusto al amenizar cualquier sobremesa.
Sin embargo, y ya desde hace largo tiempo, el whisky japonés se ha ido imponiendo en el sector como uno de los más valorados y categóricos del mundo.
Contando con un intenso surtido que va des del Hibiki Suntory Blended de 30 años hasta el Nikka Whisky Miyagikyo de 1 año, un whisky que se rige por ciertas normas y preceptos que hacen de su resultado ya una bebida de culto.
¿Es el whisky japonés una imitación de los scotties?
Si bien muchos podrían considerar que tan sólo se trata de un intento certero de imitar a los mejores whiskies escoceses, la realidad es que el whisky japonés puede decir bien alto que tiene un estilo propio y muy bien definido.
Con sus primeros pinitos a finales del siglo XIX, fue hacia los años ’20 cuando se funda la primera destilería de whisky en Japón, Yamazakiâ en los 30′ nacería Nikkaâ, a cargo de un farmacéutico llamado Shinjiro Torii.
Este también primerizo importador de vinos portugueses supo ver que, en un Japón ya occidentalizado, era preciso crear un whisky para los japoneses. Un objetivo que, como puede apreciarse hoy, ya totalmente consolidado.
Por supuesto, una de las características principales es el matiz de su sabor, guardando ciertas similitudes con su modalidad escocesa dada la naturaleza de la bebida, pero bajo ciertas diferencias.
Entre otras, el uso de un sistema de filtrado distinto que, en algunos casos, utiliza el bambú; el uso de agua proveniente de fuentes vírgenes o puras; o, como dato curioso, el uso mayoritario de cebada de origen escocés, ya que en Escocia se utiliza la del resto de Europa.
A ello, además, añadiendo la ubicación de muchas de sus destilerías, situadas a una mayor altitud. Fuji-Gotemba, por ejemplo, se halla en el Monte Fujiâ, lo que permite una temperatura de fermentación menor.
El poder de la denominación de origen
Otra de las razones de su distinción radica en la obstinación nipona de preservar una armonía inquebrantable en su elaboración.
Sobre todo, por cuanto se refiere a sus rígidas normativas que, a causa de dicha inflexibilidad, permiten dar con los detalles que caracterizan esta bebida. A raíz de los fallidos intentos de imitarlo, el whisky japonés sólo puede elaborarse a partir de materias primas japonesas.
Esto, principalmente, para evitar que comerciantes de otros países, utilizando productos patrios o de países adyacentes, intenten colocar en el mercado sus burdas imitaciones que poco se parecen al original. Del mismo modo, el embotellado también debe efectuarse en Japón.
A pesar de que ya no se estile tanto y de su exportación a otros países, el whisky en Japón también se sirvió de la madera de roble mizunara para construir sus barricas, otorgando así un toque picante muy característico a la bebida.
Asimismo, y a pesar de este justificado fervor por el producto autóctono, la normativa vigente también incluye que el whisky japonés no debe usar nombres que recuerden al país. Es decir, evitar referencias incluso a ciudades y puntos de interés en Japón.
Una norma que tiene como objeto, justamente, exponer las imitaciones de whisky japonés que se sirven de tópicos para vender mejor la marca con llamativas letras y nombres japoneses.
Como es evidente, no existen trucos de magia para eludir la elaboración tradicional del whisky tal y como lo conocemos, por lo que su versión a la japonesa ha partido de otros métodos que han encauzado su diferenciación.
De hecho, uno de los detonantes de dicho proyecto fue el fracaso que supuso imitar todo el proceso de elaboración de los scotties en Japón.
Un error básico, ya que la materia prima varía según el país no sólo por cuanto se refiere a su tipología, sino también a su mismo sabor.
Sin embargo, su obstinación por dar con una bebida que es ya extracto de nuestra sociedad ha permitido a Japón situarse en cabeza de los mejores whiskies del mundo. Aunque, al fin y al cabo y como todo, sólo basta con catar para creer.